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ENTREVISTA: JUAN MÉNDEZ

«A corto plazo la humanidad va a reconocer que todas las formas de ejecución son crueles»

Adrià Calatayud                             

 

Washington, junio de 2014

Juan Méndez (Lomas de Zamora, Argentina, 1944) es el relator especial de la ONU sobre la tortura y otros tratos y penas crueles, inhumanos y degradantes. En 2012 presentó un informe sobre la pena de muerte en el mundo en la Asamblea General de las Naciones Unidas en el que les instó a considerar si la pena capital cumple con la dignidad humana. En esta entrevista asegura que la humanidad reconocerá que toda forma de ejecución es cruel. Y en esa afirmación va incluido Estados Unidos.

 

 

Pregunta. ¿Cómo ve la polémica que se vive en Estados Unidos en torno a la pena de muerte tras los recientes casos de ejecuciones accidentadas?

 

Respuesta. En mi mandato he sostenido que, aunque el derecho internacional no prohíbe la pena de muerte, sí prohíbe muy enfáticamente el trato cruel, inhumano o degradante y, por supuesto, también la tortura. Los estados que mantienen la pena de muerte están obligados a ejecutarla sin cruzar la línea de lo que se llama trato cruel, inhumano o degradante o tortura. Así como la humanidad ha abandonado ciertos modos, por ejemplo la decapitación ya nadie la usa y el apedreamiento como forma de ejecutar tampoco, porque a ambos se los considera crueles, a corto plazo la humanidad va a reconocer que toda forma de ejecución es cruel, independientemente de la intención. Porque no se puede asegurar que haya una forma de ejecución indolora. De hecho, las ejecuciones en Estados Unidos con la llamada inyección letal muestran que no es indolora. Nos habían dicho que lo era porque no veíamos la reacción que tenían los ejecutados, y no la veíamos porque estaban paralizados. No porque estaban inconscientes, sino porque estaban paralizados. Con el ejemplo de Oklahoma, nos damos cuenta que la inyección letal no es un modo «humano» de ejecutar a nadie. Por eso, creo que estamos en el camino de una abolición efectiva de la pena de muerte.

 

P. ¿Y Estados Unidos también se dirige hacia la abolición?

 

R. Sí, estoy convencido. Año a año ha descendido el número de ejecuciones. Ahora estamos más o menos en la mitad de las que se producían hace diez años nada más. Y varios estados se han sumado a los que han abolido la pena de muerte del todo. Además, la Corte Suprema la ha declarado inaceptable para menores y para personas con discapacidad mental. La tendencia es claramente a la abolición.

 

P. ¿Cómo se explica que una democracia como Estados Unidos siga aplicando la pena de muerte cuando el resto del mundo desarrollado dejó de hacerlo décadas atrás?

 

R. Yo no me lo puedo explicar tampoco. Lo único que puedo decir es que Estados Unidos tiene un sistema federal muy acendrado, donde las comunidades locales y los estados se mantienen muy blindados de la injerencia federal y ha habido tendencias en los últimos 20 o 30 años a reforzar la autonomía de las comunidades estatales y locales. Se van a mantener ciertos focos de defensa de la pena de muerte, aunque la mayoría del país esté cada vez más en contra de ello.

Lo más grave es que es el único país de los llamados desarrollados que retiene la pena de muerte, cuando toda Europa y los demás países desarrollados, como Canadá, Australia o Nueva Zelanda la han abolido. Y la han abolido por las razones explícitas de que es una pena incompatible con nuestra concepción de la dignidad humana y contradice todos los principios democráticos y del Estado de Derecho, porque es irreversible y porque es imposible corregir el error judicial, que siempre existe. Una de las razones fundamentales de la tendencia en Estados Unidos es que con nuevas pruebas científicas se puede demostrar el error judicial con mucha más claridad. Con la de ADN se puede probar la inocencia de gente que estaba a punto de ser ejecutada y de algunos que ya lo fueron.

 

P. Otra de las críticas recurrentes es que las condenas tienen un carácter racista. Hay una mayor de proporción de negros en el corredor de la muerte que en la población general.

 

R. No sólo eso, sino que hay muchas más posibilidades de que te den la pena de muerte si eres un acusado negro que cometió un acto de violencia contra un blanco, menos si es entre negros y menos todavía si eres un blanco cometiendo un delito contra negros o contra otras razas. Independientemente de todas las salvaguardas que la Justicia le ha querido poner a la selección de jurado o a la garantía de defensa en juicio, es imposible eliminar de los procesos judiciales las tendencias a la discriminación que existen en la sociedad. Y, dado que esta sociedad, lamentablemente igual que muchas otras, no ha superado todavía el racismo, está muy claro que la pena de muerte va a seguir siendo ejecutada de forma discriminatoria mientras se la mantenga.

 

P. ¿Cree que la opinión pública estadounidense ha cambiado respecto a la pena de muerte?

 

R. No solamente por la discusión sobre la culpabilidad y la inocencia y el error judicial, sino porque la criminalidad ha bajado mucho y ha bajado por causas que no tienen nada que ver con la pena de muerte, hay sectores de la población que siempre lo consideraron inhumano y ahora otros sectores lo empiezan consideran innecesario. Aunque filosóficamente pudieran estar a favor de la pena de muerte en determinadas circunstancias, en general se inclinan a estar en contra porque no es útil y no es un modo de penalidad pragmático. Por lo que sea, las encuestas son bien claras: la mayoría de la población en Estados Unidos está en contra de la pena de muerte. En eso se está pareciendo, al menos en términos de opinión pública, al sentimiento prevalente en todo el mundo, sobre todo en los países democráticos.

 

P. En el resto del mundo, ¿dónde sobrevive la pena de muerte?

 

R. En realidad cada vez son menos países. Son una veintena más o menos de los 194. Naciones Unidas solicitó hace unos años una moratoria y muchos países, que no abolieron la pena de muerte, se adhirieron a la moratoria. Hay países que tienen pena de muerte, pero hace 20 o 30 años que no ejecutan a nadie y explícitamente dicen que no van a ejecutar. También hay algunos retrocesos, como en la India este año, que por primera vez se cumplieron ejecuciones después de 20 años de no usar la pena de muerte. Ésos fueron casos especiales, porque fueron casos de violación y homicidio de mujeres de una manera muy cruel y obviamente en casos tan espectaculares la opinión pública se vuelca inmediatamente a favor de la pena de muerte. De todas formas, hay que insistir en que aún en esos casos no se debe que aplicar.

En otros países también hay retrocesos. Por ejemplo, algunos países de África reintroducen la pena de muerte para homosexualidad. Eso son destellos de una estrella como la pena de muerte que se está apagando. Va a haber avances y retrocesos. En China mismo, las ejecuciones son mucho menores en número que hace unos años y ya se han abandonado también las ejecuciones públicas, que son especialmente insultantes y abusivas. De todas formas, es importante seguir insistiendo en la transparencia, pedirle a los estados que sean absolutamente transparentes en cuanto a las ejecuciones que cumplen y también a las condiciones en que se impone la pena de muerte, porque, por lo que sabemos caso por caso, da la impresión de que van acompañados de violaciones al debido proceso en juicio muy graves, además de otras indignidades que se cometen contra los acusados y los condenados a muerte.

En general todos los instrumentos internacionales de derechos humanos no prohíben la pena de muerte, pero son claramente abolicionistas. La prohíben, por ejemplo, para mujeres embarazadas, niños y personas con discapacidad mental. También reclaman y exigen un alto grado de debido proceso en la imposición de la sentencia, un grado tan alto que muy pocos países lo pueden cumplir.

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Foto: Adrià Calatayud

Juan Méndez, relator de la ONU sobre tortura.

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