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ENTREVISTA: RICHARD DIETER

«Tenemos que poder contar qué empresas y médicos participan en la pena de muerte, el secretismo ha ido demasiado lejos»

Adrià Calatayud                             

 

Washington, junio de 2014

Richard Dieter lleva más de dos décadas al frente del Centro de Información de la Pena de Muerte (DPIC, en inglés), el observatorio de referencia sobre la pena capital en Estados Unidos. Con la perspectiva de sus años supervisando todo lo relacionado con la pena de muerte y exigiendo mayor transparencia a las diferentes instancias de gobierno, habla sobre la polémica que la rodea y sobre las tendencias a largo plazo en la sociedad estadounidense que, a su juicio, pueden conducir al fin del castigo capital.

 

 

Pregunta. Y se han llevado a cabo las primeras ejecuciones después de la accidentada de Clayton Lockett de finales de abril. ¿Qué opina al respecto?

 

Respuesta. No tenemos la información necesiaria para juzgar si deben de ocurrir más ejecuciones o si deben de restringirse. Las ejecuciones fueron apresuradas, deberían de haberse retrasado hasta que tuviéramos toda la información. Pero cada estado está operando de forma independiente. No hay un control nacional en este momento. No queremos que vuelva a suceder y, sin embargo, no sabemos qué pasó en lo que se refiere a las causas.

 

P. ¿De dónde viene la contraversia actual sobre la pena de muerte?

 

R. Ya teníamos los problemas habituales de injusticia e inculpación de inocentes y ahora tenemos uno nuevo, que los estados no son capaces de llevar a cabo las ejecuciones de una forma humana, así que creo que aún queda mucho que discutir y decidir sobre la pena de muerte en los Estados Unidos. En cualquier momento que haya cualquier cosa controvertida, todo el asunto puede ser discutido. La gente no está muy informada de cuál es la diferencia entre el pentobarbital y otro fármaco, pero sí que saben que no quieren a presos en sufriendo y que una ejecución dure 45 minutos y después el preso muera de un ataque cardíaco en la trastienda porque el proceso no funcionó. No quieren que eso se repita y no quieren que se ejecute a personas inocentes ni un proceso injusto, aunque apoyen la pena de muerte. Hay límites a cuánto se apoya la pena de muerte y está teniendo problemas que van más allá de si estás a favor o en contra. Nadie quiere estos errores y podrían no ser evitables.

 

P. Uno de los principales caballos de batalla en los últimos meses ha sido la opacidad con la que operan los departamentos penitenciarios de los estados con ejecuciones. ¿Por qué ese secretismo?

 

R. La razón que están ofreciendo los estados es que si no son cautelosos, las empresas que les proporcionan las drogas se echarían atrás, no quieren estar expuestas y que vincule su nombre con los medicamentos para las ejecuciones. Y los tribunales han permitido el secretismo. ¿Por qué tanto secretismo? Es verdad, la pena de muerte puede tener problemas si se ponen al descubierto, pero ése es el precio que pagas por tener un Gobierno transparente en una sociedad transparente.

Hay cierta responsabilidad que la gente asume cuando se involucra en la pena de muerte. No es una cuestión menor de su trabajo. Las empresas que quieren proporcionar fármacos y los médicos que quieren participar son profesionales, algunos de ellos son buenos y otros no. Tenemos que poder contar que no sólo están haciendo una cosa médica, están tomando una responsabilidad, están poniendo su nombre en esa acción. Creo que el secretismo ha ido demasiado lejos.

 

P. La escasez de componentes de la inyección letal es la razón detrás de todas las discusiones actuales, ¿cuál es su origen?

 

R. Empezó en 2010 con una compañía llamada Hospira, que es estadounidense, pero manufacturaba su pentotal sódico en Italia. Primero dijeron que los suministros se les estaban acabando y que tal vez no podrían fabricar mucho y después contaron que los trabajadores de la planta italiana no querían que su producto se usara en la pena de muerte. Pararon la producción completamente, dijeron que no iban a fabricarla más, no es tan importante, hay sustitutos. Por tanto, Hospira paró del todo y eran el único suministrador para los Estados Unidos, así que ya no se hace, no está disponible en el país y nadie lo usa. Entonces los estados dijeron: '¿dónde podemos conseguirlo?' Algunos lo encontraron en Inglaterra, también India. La principal droga estuvo disponible por un tiempo, pero después dejó de estarlo. La importación de fármacos para usos no aprobados se detuvo, así que tuvieron que buscar uno nuevo. Pensaron en el pentobarbital, que estaba disponible en los Estados Unidos y no hacía falta buscarlo en el extranjero. No obstante, el fabricante, Lundbeck, estaba en Dinamarca y dijo que no. Por tanto, esa vía también se interrumpió. Y la cosa evolucionó de una forma en que los estados recurrieron a una cosa llamada farmacias de compuestos,

Pero no están diciendo cuál ni en qué estado está ni quién está al cargo ni cuál es su titulación médica o farmacéutica... Aún hay mucho secretismo, pero ahí es donde han llegado las cosas. O a probar nuevas drogas que están aún en el mercado.

 

P. Algunos estados se están planteando volver a métodos que ya se consideraban superados, como los fusilamientos o la silla eléctrica. Tennessee ya ha aprobado una ley en este sentido con la silla eléctrica, ¿qué va a pasar con eso?

 

R. No creo vaya a ocurrir ninguna electrocución, pero es una señal a los tribunales y a los fabricantes de que quieren los fármacos, quieren mantenerlos en secreto y poca interferencia o control, porque, si no, irán a la silla eléctrica, algo que nadie quiere. En cierta forma es una buena estrategia, porque es decir que vamos atrás. Y como no quieren que vayamos atrás, no tienen que regular para que revelemos los nombres ni miren esto demasiado de cerca.

 

P. Cada vez hay menos ejecuciones y menos condenas a muerte, ¿se acerca el fin de la pena capital?

 

R. Sólo seis estados han llevado a cabo ejecuciones en lo que va de año y al final serán seis o siete, no serán diez. Es un reducido grupo de estados, principalmente sureños. Ese aislamiento significa que esto no es una práctica estadounidense. Sí, somos un país, pero la pena de muerte está aislada en una pequeña área, unos pocos estados. La mayoría de los estados no tienen ejecuciones en uno o dos años, ni tampoco sentencias a muerte. La pena de muerte está convirtiéndose lentamente en un fenómeno raro y aislado que probablemente no va a sobrevivir para siempre.

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Foto: Adrià Calatayud

Richard Dieter, director del DPIC.

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